“In Memoriam” de César Dios (“Diosiño”)
Mis últimas vivencias con el amigo y artista
Leopoldo Centeno
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Parafraseando la música y letra de la canción Ave de Fátima, iniciamos este recordatorio con “El trece de mayo, la Madre de Dios / durmió a Diosiño y se lo llevó”. Efectivamente, el día 13 de mayo, Luís César Dios Rodríguez, para muchos: Diosiño, y para mí y un grupo menor: César Imperator, se lo ha llevado dormido entre sus brazos la Virgen de Fátima, advocación de la Santísima Madre de la que Diosiño era muy devoto. Si su vida fue alegre, distendida y con muchas vivencias, su muerte ha sido ejemplar a los ojos de la luz, de la fe, del espíritu. Su enfermedad la soportó con mucha entereza, callado sufrimiento, viendo las circunstancias de frente y debidamente preparado para el gran paso de dejar este mundo; por ello, la Virgen de Fátima se lo llevó en la fecha de su primera aparición (13-5-1917) a los tres modestos pastorcitos de Fátima, como posteriormente se le había aparecido a la Hermana Lucía en Tui y Pontevedra, la mayor de los tres videntes de Cova de Eiría.
Con frecuencia y producto de mi admiración hacia su persona, le llamaba César Imperator (él se sonreía con cierta benevolencia) porque, para el que suscribe estas líneas, César era un emperador y no ya tan sólo del acordeón sino emperador de un don de gentes, de una enorme popularidad, de ser un gran comunicador, por su carácter afable y, sobre todo, por ser Amigo de sus amigos, que no eran pocos. Por donde pasó dejó huella de su elegancia y caballerosidad, siempre dispuesto a poner su persona y labor artística al servicio de infinidad de causas benéficas y de índole similar.
Sabía de su estado de salud a través de nuestro común amigo Antonio Moldes y por él me enteré de su fallecimiento al día siguiente de su óbito. Semanas antes y tras superar algunas dudas, decidí llamar a casa de Diosiño para saber directamente de su salud. Rosita, su esposa, me pasó enseguida con César, al que le manifesté mi deseo de visitarlo. Al no haber inconveniente por su parte, minutos más tarde estaba en su casa. Ese día le habían puesto el tratamiento, pese a ello mostró buen carácter y estado de ánimo. Quise hacer, prácticamente, una visita de médico pero no me dejó. Estuvimos charlando largo y tendido de muchísimas cosas musicales y de infinidad de vivencias que habíamos compartido con mayor o menor regocijo. Bueno, fueron más las cosas de las que no hablamos de las que charlamos. Surgieron recuerdos de la Orquesta Florida que él había fundado, de los Festivales de la Sociedad Cultural Deportiva Salcedo (1955-1956), de los Festivales con Paco Calvo (Xan das Canicas), de Los Blues de España con los que recorrió buena parte de la geografía europea, del grupo Diosiño y sus Amigos, de las Festividades de Santa Cecilia, de los Juglares de Nuestra Señora en el que hacía más de veinte años participaba, de la serenata popular a la Virgen que le dimos en Fátima en mayo de 2004 y, por no entrar en detalles para los que necesitaría mucho espacio, un largo etcétera. Al final de la visita, le regalé un compact-disc de la Orquesta Sinfónica de Acordeones de Bilbao para que le acompañara en sus horas de tedio en casa, que él recibió con mucho agrado. Quedé de volver otro día. Llamé a principios de mayo y hablé con Rosita, él estaba descansando. Días más tarde volví a llamar y hablé con él. A través del teléfono comprobé una vez más su hidalguía, buen carácter, entereza y buen ánimo. Dejamos para más adelante una nueva visita. Mi gran sorpresa fue cuando Antonio Moldes me participó que había fallecido. Mi conmoción fue tal que tardé más de 50 horas en tomar verdadera conciencia del hecho, pese a estar en su funeral y cantar junto a un grupo de polifónicos los motetes Jesu dulcis memoria y el impresionante Ecce quomodo moritur justus.
Los restantes componentes de los Juglares de Nuestra Señora hemos colaborado en la Parroquia de San José de Campolongo en la Eucaristía en su sufragio, cantando y armonizando la Misa con temas como el Benedicat Vobis del oratorio Judas Macabeo, de Haendel; el Sanctus, de Moldes; el Canta con júbilo, de Stralsund; el himno eucarístico Cantemos al Amor, de Ignacio Busca; o el popular Ave de Fátima, como no podía ser menos, entre otros temas. A continuación y en su memoria, con la emoción contenida, hemos ofrecido una nueva serenata popular a la Virgen de Fátima.
Amigo César: Por la felicidad que has reportado en infinidad de ocasiones a tus semejantes y dado que ya ha llegado tu Atardecer de la vida terrenal, como habitualmente cantamos en el templo, con un nudo en la garganta te aplico algunas estrofas: “Si ayudé a los necesitados, / si en el pobre he visto al Señor, / si los tristes y los enfermos / me encontraron en su dolor. // Por nuestro hermano César / y por su salvación, / pidamos todos al Padre, / rezando en comunión: // Dale, Señor, tu descanso, / guíale a tu mansión, / cuéntale sus buenas obras, / perdónale por tu amor.” ¡Descansa en paz, inolvidable César!
AUTOR:LEOPOLDO CENTENO
FOTOGRAFÍA:LA VOZ DE GALICIA